lunes, septiembre 15

La "condena" de Sísifo...



Sísifo jamás fue castigado por lo dioses, como se reveló ante los ojos de un ciego, como nos interpretó un tal extranjero. ¡Los dioses temblaron ante él, en realidad! ¡ Los dioses fueron engañados por él, en verdad! ¡Los dioses...

El invicto sólo se puso de pie como ningún mono lo hubo hecho antes. Llenó sus pulmones, abriendo las costillas como ningún cantante. Alzó la frente más que una flor en primavera. Miró la frontera más lejana del cielo y el mar, el lugar más profundo y solar; Lo cogió entre sus manos y plantó en una roca lo prohibido a los hombres por los dioses: Perfectibilidad.

Los dioses le arrebataron la roca de sus volitivas manos y la escondieron en lo más recóndito para que ningún mortal la mirara, la tomara y la comenzara a mover. Confiando en su condición de dioses olvidaron aquello y se dedicaron a lo que mejor terminaron poder haciendo: empequeñecerse.

Desconsolado por haber perdido la perfectibilidad lloró al borde de un acantilado sin obtener consuelo del sol, sin recibir una caricia del viento, sin obtener redención por la lluvia, lejos de su bien amado. Así ,alejado del resto mucho tiempo, sufrió como la tierra en su formación, hasta que el dolor lo sanó con la dulce voz de bondad que guarda al fuerte. Entonces, se reincorporó y juró al mar, que temblaba en cada ola:

“Juro ante ti, reino de Poseidón,
Y ,ay, de mí, si no la recupero.
Ay, del rumbo de la humanidad,
Destrozada mi estirpe se vería,
Condenada como un objeto,
Condenada a morir sin más...

Habiendo jurado corrió hacia un río de frías aguas para sumergirse completamente en él. Cuando pasaron 7 segundos de profundidad se puso de pie con una majestuosidad y arrogancia que antes no poseía. Sus ojos límpidos miraron un monte donde habían olivos, fue hacia él, probó de sus aceitunas, desde lo alto miró el horizonte y se angustió de sobremanera. Por lo que corrió a su pueblo velozmente, mientras era recorrido por un gélido pensamiento que lo estremecía paso a paso: La cesación de la existencia.

Cuando por fin llegó ,y antes de que profirieran algo las bocas de esos rostros expectantes y llenos de preocupación, dijo:

“Hombres, acercaros y muy atentos escuchad mi palabra, que el tiempo me recorre en busca del postrero estertor. Escuchadme antes que de mis manos se vaya el último rastrojo de la frondosa piedra ,que árida se ve, mas esconde mil olimpos mejores, y antes que mi voluntad se apague, escuchad.

Ese horizonte, en cual se observan unos dispersos y opacos rayos de luz,entrega vitalidad a la humanidad . Esa fuerza que impulsa a todo ser hacia un objetivo, esa fuerza que cuando falta desorienta a los hombres y se sientes conformes con todo cuanto brota de lo estéril, incluso.

¡Son migajas ,aquello que recibid, que no alcanzan a encender siquiera la pasión necesaria para que se plante en vosotros el gran móvil de la existencia que tanto amáis !
Ese móvil en donde estriba el deber supremo de todos nosotros. Ese móvil que hace vibrar al universo entero.

Pusilánimes son los que no quieran aquel fuego, que debe mantenerse imperecedero ante el torrentoso dios cambio y la voluble naturaleza humana. Imbéciles los que quieran el lodo.

¿Se anida algún mal hado en vuestros pechos que impida este bien? ¿Tenéis cabezas vacías, almas huecas, vidas sin sentido, corazones sin fuego, grilletes de esclavos? ¿Sois una cosa sin vida? Si no se anida el mal hado, entonces ¡Ansíen esta gran meta! ¡Esta roca indestructible empujen con su voluntad cuesta arriba! Y si se anida ¡ Arrancadlo de vuestro corazón! ¡Se los ordeno! ¿O queréis que las estrellas socarronas rían de vuestra posición?¿Que las cimas se caigan sin haber sido conquistadas? ¿Que el cielo se enfríe por no ser tocado?

¿Qué mueve a todos los hombres sino el amor, sino la verdad, sino la felicidad?
¿El amor no es el que exige lo imposible al ser amado, el amor no es el que exige lo mejor para el ser amado? ¿La verdad no exige ser buscada, no exige un constante esfuerzo? ¿ Y que hay de la felicidad? ¡Ésa si que exige vitalidad! ¡Y la de muchos hombres! Fuerzas enormes deben entrar en la vida de los hombres, una gran fuerza debe ser inherente a los hombres: Perfectibilidad.

¿Dónde han dejado la conciencia de aquel bien? ¿Dónde se ha detenido el proceso? ¿Dónde vas a retomar el rumbo perdido, que bien vale la vida? ¿ Dónde,cuándo,cómo y porqué? ¡Tanta interrogante en busca del pasado¡ ¡Mejor retomemos el rumbo y ya!

Ahora es el momento, venid conmigo, venid todos por una roca para subir montaña tras montaña, cada una más alta que la anterior. Venid desde el mar, id hacia el cielo, pero sin dejar de pisar la tierra.

Si caéis, no tardéis en volver a subir. Si morís... ¡Que alguien continúe tu obra! ¡Enséñala a quien pueda continuarla! No mueras sin trascender que eso si es cesar de existir, que eso es caer en la nada, que eso es el horror absoluto, inimaginable, impensable, angustiante... ¿ Qué es la nada? ¡Eso si que es frustrante! ¡Eso si que es absurdo! Venir, morir y nada más. Mas no es así para quien trasciende.

No temáis a los dioses - ¡A ninguno! - que día a día se hacen más pequeños, que se confían de su “perfección”, que olvidan que la perfección no es un estado estático, sino que es un crear dinámico, olvidan y no advierten que eso es su perdición.”

El silencio era desesperante, era como una procreación silenciosa, era como la estatua de un dios en frente de uno, de la cual no sabemos si en algún momento hablará, ni tampoco sabemos si nos odia o ama cuando mira con los párpados inamovibles, con los ojos como templos.


El paso del tiempo era como el incesante golpe de los escudos del ejercito que se van acercando cada vez más al enemigo, como las espadas que chocan contra las carnes, contra las armaduras, contra las armas y contra las almas que gritan el dolor de ser vencido sin derecho de volver a empuñar...

Así lo creyó Zeus, así como yo quise que fuera: fui derrotado. Estoy en el Tártaro y algunas caras se me hacen conocidas. ¿Tánatos con grilletes para yo no morir? Que irrisorio, sólo un tonto pudo haberme creído. ¿Para que iba a querer yo no morir? Si mi naturaleza me ha hecho finito ¿ Por qué? Si no le temo a la muerte, sino al no trascender.

Pese a que me enviaron al Tártaro y encontrar la piedra no conseguí lo que quería; aún faltaba algo. Entonces, me vi en la obligación de denunciar ,ante el señor del inframundo, a mi esposa, que en realidad sólo estaba enojada conmigo por estar tanto tiempo alejado del hogar sin avisar:

“¡Mi esposa no ha cumplido con el rito habitual, oh, Hades! ¡Déjame subir para hacerla cumplir! ¿Dónde está su amor por mí? ¿Dónde está su deber de esposa? Muerto me sigue todavía partiendo el alma, ay... Oh, Tú que eres más grande que tus hermanos, se juicioso y permíteme subir donde esos vivos”

Que buen vino bebía junto a sus hijos en el gran banquete que preparó su mujer, que ya había morigerado su enfado, pues ahora comprendía la situación.

Hijos míos, espero retornar de entre vosotros pronto. Ya vi la piedra abajo, sólo falta que me la entreguen. Se encuentra custodiada por Cervero y me es imposible poseerla por la fuerza. Pronto debería venir algún “sabio” Dios a buscarme. Le diré luego de encolerizarlo con mi apariencia y mis obras – que querrá castigar- que no se atreva, por piedad, a darme un castigo como el que le dieron – a mi hermano de astucia- al grandísimo – grandísima también será la cólera del dios al oír el nombre- Prometeo.


Cegado de ira y con desdén me “castigó” con lo que yo no dije que hiciera -y le llaman el ingenioso Hermes-:
Subir cuesta arriba de una montaña mi roca, que al llegar a la cima caería al principio. ¡Que fantástico! Pues ni siquiera notaron mi estratagema, ni siquiera subieron la montaña para ver en donde terminaba, ni siquiera vieron que había más allá, no se esforzaron, sólo supusieron, entonces fracasaron. ¡Mas yo si advertí! ¡Mas yo todo planee! :
Si ejerzo más fuerza puedo hacer que la roca caiga al otro lado de la montaña, dejándome así a las faldas de otra montaña, más grande que el anterior, suma y sigue, hasta ascender donde los rayos del sol tocan más ardientes.


Y continuemos la obra, hasta ir donde queramos ir ¡Y siempre queremos ir arriba!